Inversión para una franquicia

¿Qué inversión necesito para arrancar una franquicia?

Es imprescindible, a la hora de estudiar qué tipo de negocio se va a abrir, conocer cuál es la cantidad de dinero de la que el emprendedor debe disponer para ponerlo en marcha y que éste tenga la capacidad de funcionar en el mercado. Esto es la inversión para una franquicia.

Todo negocio requiere de una inversión inicial que cubre los gastos de iniciar el negocio, crear la marca, publicidad, el local y su puesta a punto, maquinaria o útiles necesarios para su actividad, la primera reposición de productos a vender (si se trata de una empresa de venta de productos), la contratación del personal y los trámites legales necesarios.

En el caso de las franquicias, además, debe tenerse en cuenta el canon de entrada, que también cubre alguna de las funciones anteriormente mencionadas.

Inversión para una franquicia

La inversión necesaria para abrir una franquicia depende de muchos factores:

• El tipo de negocio que se inicia.

• El sector al que se dedica la empresa.

• Lo que la marca franquiciadora aporte o requiera.

• Si es necesario o no un local para ejercer la actividad.

• En caso de necesitar un local:

◦ Qué condiciones y características debe tener el local.

◦ Cuánto costará adaptar el local escogido a las condiciones o características requeridas por el franquiciador.

• Si el negocio se inicia como forma de autoempleo o es una inversión.

• El canon de entrada.

Por esto, antes de escoger la franquicia a iniciar, es importante ser consciente de la cantidad de dinero de la que se puede disponer. Y adecuar a ésta la elección de la franquicia y sus características.

Es posible abrir una franquicia que requiera una inversión inicial desde 3.000 euros en algunos casos. Más del 70% de los negocios que se inician en franquicia requieren inversiones de menos de 50.000 euros y en más del 60% de los casos la inversión inicial es inferior a los 30.000 euros.

Por otra parte, es posible también iniciar franquicias con inversiones iniciales mucho superiores, llegando a alcanzar incluso el millón de euros. Es importante saber que este coste no se reduce únicamente a la cantidad de dinero necesaria para iniciar el negocio sino que se requiere poseer el activo circulante necesario para un año completo de actividad.

Si nos centramos en aquellas franquicias dedicadas a los sectores de actividad, requerirán menos inversión inicial los negocios en los que no sea necesario un local, por lo general dedicados al servicio a empresas como pueden ser las consultorías, asesorías, etc.

Existen también opciones en las que los locales requeridos son de tamaño reducido, lo cual implica inversiones menores. Otra opción para reducir gastos relacionados con el local es la implantación del teletrabajo, ahorrando así alquileres y acondicionamiento de locales.

Entre los modelos de franquicias con costes inferiores a la media, se encuentran también algunas franquicias dedicadas a la moda “low cost” con inversiones que rondan los 10.000 euros, franquicias de lavanderías de autoservicio, con inversiones aproximadas de 15.000 euros, algunos pequeños supermercados, franquicias de estética, papelería, inmobiliarias, etc.

Por lo general, se considera que una franquicia es “low cost” cuando la inversión necesaria para su implantación no supera los 20.000 euros, aunque algunos autores suben esta cifra hasta los 30.000 euros. La inversión necesaria para la implantación de una franquicia incluye el canon de entrada y la adecuación del local. Bien es cierto que lo que se puede considerar “low cost” en algunos sectores, en otros puede ser una inversión demasiado alta. 

Algunas empresas, con el fin de abaratar los costes, lo que hacen es franquiciar negocios propios que ya están operativos. Así se entrega al franquiciado un negocio que ya funciona y con un éxito ya probado. El franquiciador recupera parte de la inversión que hizo en ese negocio y el franquiciado debe pagar menos por él que si tuviera que acondicionar un local de cero.

Otras empresas, debido a la dificultad de encontrar franquiciados, optan por asimilar locales de otras marcas que estaban en quiebra integrando a los franquiciados de la otra marca y reacondicionando el local a su marca y diseño.

Siguiendo esta corriente, cada vez más creciente, de abaratar costes en la implantación de franquicias, algunas empresas franquiciadoras han decidido disminuir o incluso suprimir el canon de entrada. De esta manera los futuros franquiciados tienen más facilidades para acceder al mercado y las empresas franquiciadoras pueden seguir creciendo y ampliar su mercado y su zona de alcance abriendo nuevos establecimientos en nuevas localizaciones.

Otro de los factores clave a tener en cuenta antes de abrir una franquicia es si se quiere dedicar la franquicia al autoempleo o si se abre como una inversión. En el caso del autoempleo, será el propio franquiciado quien trabaje en el negocio y lo gestione en primera persona, de manera que va a requerir menos gastos de personal.

En caso de querer abrir la franquicia como una oportunidad de inversión el negocio va a requerir de más personal que lo gestione correctamente y, por lo tanto, el gasto aumentará.

No obstante, es importante saber que, para asegurarse el éxito del negocio, siempre va a requerir cierto control y supervisión del franquiciado, aunque esto es algo sencillo gracias a las herramientas que los franquiciadores proporcionan para hacer de la supervisión un proceso sencillo, aún a distancia.

Siendo ya conscientes de la inversión necesaria para abrir una franquicia y de qué va a determinar si esta inversión es mayor o menor, llega la gran pregunta: ¿cómo podemos pagarlo? La opción más sencilla es disponer del capital necesario en su totalidad ahorrado de manera que podamos hacer la inversión inicial necesaria sin problemas. Sin embargo, sabemos que esto no es posible en la mayoría de los casos. Aproximadamente el 83% de los franquiciados requieren de financiación para poder poner en marcha su negocio. 

En algunos casos, la empresa franquiciadora tiene un sistema de préstamo mediante el cuál es la propia marca quien financia a los franquiciados si cumplen unas condiciones preestablecidas. Este caso puede darse únicamente si la inversión que se concede al franquiciado es menor a la que necesitaría el franquiciador para abrir el negocio por sí mismo.

Algunas marcas, lo que hacen es dar la opción al franquiciado de invertir de manera conjunta, es decir, se dividen los costes y beneficios del negocio entre franquiciador y franquiciado.

En otros casos, la marca no proporciona la financiación, pero si facilita que el franquiciado la obtenga proporcionándole avales, dándole soporte en la negociación de los préstamos o teniendo acuerdos con algunas entidades financieras para facilitar el proceso. Es posible también que la empresa franquiciadora proporcione asesoría financiera al franquiciado para aconsejarle y darle soporte en las gestiones relacionadas con la financiación y gestión económica del negocio.

En ocasiones, las empresas franquiciadoras ponen requisitos en cuanto a la capacidad económica del franquiciado y requieren a éste poseer un porcentaje de recursos propios sin financiar que puede variar entre el 30% y el 60%. En caso de que la marca no establezca estos requisitos, el porcentaje de capital disponible necesario lo establecerá la entidad financiera como requisito para la financiación.

Habitualmente, es necesario tener el 50% de la cantidad como mínimo para que una entidad acepte financiar el proyecto. En algunos casos este porcentaje puede variar, pero lo que es prácticamente seguro es que se necesita tener parte de la inversión total estimada para poder encontrar financiación ya que actualmente es casi imposible encontrar una financiación del 100% de la inversión necesaria.

En estos casos lo habitual es que el porcentaje varíe según la capacidad de endeudamiento del futuro franquiciado, esto es un cálculo del porcentaje de ingresos de la persona que puede destinar a pagar las cuotas de un préstamo.

Es decir, el porcentaje de capital requerido dependerá de la cantidad máxima que una persona puede endeudarse sin arriesgar su posición económica. De esta manera, la cantidad que debe aportar el futuro franquiciado puede variar entre los 3.000 y los 600.000 euros llegando incluso a más dinero si hablamos de franquicias de lujo. 

La opción de financiación más utilizada por los franquiciados es acudir a una entidad financiera, aunque también hay casos en los que la financiación la hace un familiar o amigo o se recurre a otras fórmulas menos convencionales.

Hay distintas fórmulas a las que el futuro franquiciado puede acogerse para conseguir la financiación necesaria mediante una entidad financiera. Es necesario conocerlas para tomar la decisión que más nos beneficie y se ajuste a nuestras necesidades.

Préstamo:

Es un producto financiero mediante el cual la entidad financiera proporciona una cantidad prefijada de dinero al usuario con la condición de que esa cantidad sea devuelta con intereses en un plazo predeterminado. Esta devolución, también denominada amortización, se lleva a cabo en cuotas regulares y periódicas, habitualmente de forma mensual.

Crédito:

Es una financiación más flexible que el préstamo. No incluye una cantidad de dinero prefijada, sino que la cantidad va a depender de las necesidades en cada momento. Existe un límite máximo de crédito y, dentro de éste, el usuario puede disponer de todo, una parte o nada según su necesidad.

Este tipo de financiación suele conllevar intereses más altos que los préstamos, pero únicamente se pagarán intereses sobre la cantidad de dinero utilizada, no sobre el total concedido, aunque puede haber un mínimo en caso de no utilizar nada o muy poca cantidad.

Además, a medida que se vaya devolviendo el dinero utilizado, se podrá disponer de más sin superar el límite prefijado. Como este tipo de financiación no conlleva un tiempo establecido, se renovará de forma anual para que el usuario siga disponiendo de la cantidad establecida.

Leasing:

En este producto es la entidad financiera quien posee un bien y lo que hace es ceder su uso y disfrute al cliente a cambio del pago de cuotas periódicas que cubren la cesión, los intereses y los gastos de financiación.

El contrato incluye una opción a compra por la que, al finalizar el leasing, el cliente puede abonar la cantidad restante hasta cubrir el valor residual del bien tras la financiación y éste pasaría a ser de su propiedad. El bien en cuestión lo adquiere la sociedad de leasing expresamente y en base al acuerdo alcanzado con el cliente.

Esta operación conlleva deducciones tributarias para profesionales y empresas, lo que la hace especialmente atractiva. La duración del contrato, habitualmente, no es superior a la vida útil del bien que se arrenda. Una vez terminado el contrato, el cliente puede devolver el bien que ha estado usando, adquirirlo o prorrogar el leasing si esta posibilidad estaba contemplada en el contrato o llega a un acuerdo con la entidad financiera.

Cuando el bien objeto de leasing es un inmueble, es la sociedad de leasing la que se encarga de reformarlo y adaptarlo a las necesidades del cliente y, en el mismo contrato, puede incluirse también maquinaria y elementos especializados necesarios para el desarrollo del negocio.

Si estos bienes son de rápida obsolescencia, como alta tecnología, por ejemplo, puede incluirse en el contrato un acuerdo mediante el cual se sustituirán los bienes, en unas fechas determinadas, por otros más actualizados.

Renting:

En este producto la base es la misma que en el leasing, la entidad financiera adquiere un bien que luego arrenda al cliente, pero no se incluye la opción a compra tras la finalización del contrato.

El renting además incluye los servicios de mantenimiento y reparación de los bienes además de los seguros correspondientes como responsabilidad del arrendatario, es decir, la entidad financiera. Puede incluir también, como en el caso del leasing, la sustitución de algunos bienes por otros más actualizados.

Según datos de algunas entidades financieras, los franquiciados se acogen, en un porcentaje mayor, al leasing, seguido del préstamo. El renting es la tercera opción más utilizada por este tipo de clientes seguido de las líneas de crédito y algún otro producto minoritario y poco habitual. Es habitual también que se usen distintos productos financieros para las distintas inversiones necesarias en una franquicia. Suelen usarse el renting o el leasing para financiar maquinarias, vehículos e instalaciones mientras que los préstamos y créditos se destinan a la financiación del canon de entrada en las inversiones iniciales.

Al tratarse las franquicias de modelos de negocio exitosos, con buenos pronósticos, por lo general, y planes de negocio previamente establecidos y probados, las entidades financieras acostumbran a confiar en ellas y es más sencillo que concedan a estos empresarios ciertos productos financieros. Además, tener el soporte de una marca o nombre reconocidos y exitosos hace que los riesgos percibidos sean menores para la entidad financiera y sea más sencillo para el franquiciado conseguir financiación.

Como conclusión, hemos podido ver que no es una operación financiera complicada el iniciar una franquicia y se pueden encontrar franquicias adaptadas a prácticamente cualquier nivel económico.

Sí es recomendable tener un asesor especializado en el proceso de conseguir financiación para aquellas personas sin conocimientos sobre economía ya que de esta manera se pueden evitar complicaciones y terminar contratando productos financieros que no sean los que más se ajusten a sus necesidades. Esta asesoría, como hemos visto, puede proporcionarla el franquiciador en ocasiones.